Hace un tiempo, os animamos a realizar el frasco de la felicidad que consistía en escoger un tarro de cristal, de los muchos que tenemos en casa como el de las aceitunas o tomate, y cada día antes de irnos a dormir, teníamos que escribir en un trozo de papel lo mejor que nos había pasado en las últimas veinticuatro horas, luego ese papelito lo teníamos que doblar e introducir en nuestro tarro. Además dijimos que cuando nos sintiéramos tristes íbamos a abrir el tarro y leer esos pequeños grandes momentos que nos habían sucedido en las últimas semanas o meses.
Después
estuvimos reflexionando sobre el motivo de realizar el frasco de la felicidad y
se llegó a la conclusión de que gracias a este ejercicio podríamos aprender a apreciar
pequeños detalles, como la sonrisa o abrazo de un ser querido, que suelen pasar
desapercibidos entre nuestra rutina diaria. Y también podríamos cultivar agradecimiento y reforzar una actitud positiva.
¿Te
animas?
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